Intermedio 3.5
Una historia de Los Héroes Convocables
Héctor Viveros & Luis G. Abbadie
Escrito con motivo del Jenny Everywhere Day
I
PODCAST EN EL CONFÍN DEL MUNDO
Una historia
extrapolada de un episodio real
Poncho se hallaba sentado junto a la puerta del Oxxo[1], fumando. Un cigarro barato; no podía permitirse fumar la mercancía y endeudarse. Estaba enfadado; en toda la tarde no había hecho una venta. Los sábados eran un asco desde que el gobierno había quitado la venta del mercado callejero del parque rojo[2]. Estaba tan fastidiado que bien podía mandar todo al diablo por un rato; tiró al suelo el cigarro, metió la mano en el bolsillo de la chamarra y encontró la bolsita de plástico, extrajo un cigarro de ella y lo puso en sus labios. Titubeó un momento: ¿y si luego no podía pagar?
Un ruido como de
estática crepitó detrás de su oído izquierdo. Se puso de pie y volteó mientras
el sonido era seguido de un prolongado shffft;
su vista se emborronó, de repente no podía enfocar la calle. Y un hombre estaba
allí ahora. Así nada más: de repente estaba allí, alto y de hombros anchos, con una
chaqueta de piel negra, que no había venido de ninguna parte, simplemente
estaba allí a medio metro de él. Unos ojos fríos lo miraron, y Poncho salió
corriendo lo más rápido que pudo hacia la avenida, atropellando a más de una
persona en el camino.
Ulrich Klein descartó
de su mente al chico en cuanto éste se alejó; se apeó del peldaño de la entrada
del Oxxo y pasó entre dos ancianos que lo miraban boquiabiertos; la mujer se
persignó. Miró su GPS: su destinación se encontraba muy próxima; debería haber
llegado allí directamente; la doctora Schmidt le había advertido que el shifting podía ser bastante impreciso,
pero también que no debía utilizarlo más allá de lo esencial, ya que el alcance
de su uso a través de la inserción en su ADN no era seguro, por ello era
esencial obtener más material genético primigenio. De este trabajo dependía su
futura eficacia como miembro de la Legión del Sol Negro.
Comprobó que la funda
de su Luger P08 se encontrase desabrochada bajo la falda de su chaqueta, y
empezó a caminar en dirección a la torre del Expiatorio[3],
que asomaba a unas pocas cuadras más adelante.
***
La estancia no era muy
grande, pero sí lo suficiente para acomodar un par de mesas pequeñas, varias
sillas de madera y unas cómodas bancas alineadas a lo largo de los dos muros
con ventanas. En el muro opuesto, una pizarra mostraba el menú de postres de “El
Sentido”, este peculiar “bar sano” situado en los pisos altos de la finca en la
esquina frente al templo del Expiatorio; el edificio neogótico y la plaza frente
al mismo eran visibles a través de la ventana extendida alrededor de la
esquina.
Héctor Viveros se
acomodaba el micrófono con clip en el cuello de su chamarra de mezclilla. A su
lado, Luis Abbadie descolgaba la cortina para cubrir la ventana a sus espaldas.
Gustavo Rodríguez, el cual había convocado a los escritores, acomodaba un
celular en un trípode, ajustándolo de manera que la cámara enfocase lo
necesario.
—Creo que ya está —dijo
Gustavo, y se dirigió a la mesita que tenían enfrente. Tomó unos libros de los que
se encontraban allí, disponibles para su lectura o adquisición, y los apiló;
entonces procedió a apoyar en ellos los tres títulos escritos por Viveros y
Abbadie acerca de los cuales iban a hablar; eran delgados, y fáciles de acomodar,
pero quería que todas las portadas fueran visibles. Regresó al celular y
confirmó la vista.
Laura, la realizadora
del podcast, acababa de marcharse a buscar el cargador en su auto, para que el
celular no se fuera a descargar en momento inoportuno.
Kurt, un cordial joven
australiano que era propietario del bar, vino a traer las bebidas que habían
pedido, y despejaron la mesita detrás de los libros para que ninguna cerveza o
café quedara delante de ellos.
Gustavo se sentó a la
izquierda de Abbadie y tecleó en su celular, entonces lo volteó para que lo
pudieran ver.
—Miren, éste es el
canal de Laura.
Un video se activó, y
sobre una animación de un cuerpo geométrico que giraba, con imágenes variantes
en sus caras: escenas de la ciudad de Guadalajara, una danza de tribal fusion,
la presidenta, una marcha de protesta en la avenida, un poeta en una
conferencia de la feria del libro… Un logo apareció:
El
polígono
Visiones
de la cultura
El logo desapareció para dar paso a una joven
delgada y sonriente, con anteojos de montura negra. Gustavo retiró el celular y
lo apagó.
—Creo que les va a
preguntar lo básico, cómo surgió el proyecto… sería bueno que hablen acerca de
los personajes que aparecen en las historias. Y claro, de las situaciones
reales que los motivaron a escribir…
—Lo básico —reiteró
Viveros—. ¡Voy a tener que moderarme, para que no le tumben el canal!
—De eso no te preocupes
—Gustavo se rió—, a Laura le encanta la polémica.
Escucharon cómo alguien
subía por la escalera, y una voz femenina hablaba con Kurt; los tres miraron
hacia la entrada, pero la chica morena que entró no era Laura. Ella miró
alrededor, notando con curiosidad la heterogénea decoración contracultural del
lugar, y sonrió al ver a Gustavo; éste se puso de pie para recibirla. Ella
traía una bufanda delgada y larga alrededor del cuello a pesar del calor, y
unas gafas gruesas de correa sobre la cabeza, a manera de diadema. Los
presentó, y estrechó sus manos con entusiasmo:
—Ella es Jennifer,
también trabaja en el periódico igual que yo.
—Jenny está bien. Vi en
Instagram acerca de sus libros, y cuando Gustavo me comentó que iban a
entrevistarlos, le dije que quería venir para oírlos —explicó mientras se
sentaba junto a Gustavo—. ¿Traen libros con ustedes? ¡Quiero uno de cada uno!
—Sí, claro —dijo
Viveros, y separó un ejemplar de cada título para ponerlos en su mano. El
rostro de la chica se iluminó al tomar los libros; miró la portada del primero,
Defendiendo a California una vez más de
hombres sin honor.
—Este es tuyo, ¿verdad?
—Viveros asintió. Jenny siguió mirando los libros, y se quedó observando los
detalles de la portada de El collar de
Milú, para luego revisar el reverso. Extrajo el libro de su bolsita, para mirar
el interior. Gustavo comentó:
—Ah, mira, ese es el
que reúne a varios personajes. Allí aparece hasta Tintín —se rió—, también Tom
Sawyer… los detectives Frank y Joe Hardy… Jenny Everywhere…
“¿Qué?
Abbadie se había
enderezado de golpe. Miraba a Jenny de manera peculiar.
—Tú… —ella alzó las
cejas y miró alrededor con incomodidad.
—¿Qué?
—Ah… No importa.
Kurt vino a tomar la
orden de Jenny; ella pidió un frapuccino, mientras la mirada de Viveros
alternaba entre ella y Abbadie, hasta que su gesto evidenció que había caído en
cuenta de algo.
—A ver, yo no me voy a
quedar con la duda —dijo Viveros, dirigiéndose a Jenny, y ésta lo miró como
preparándose para algún cuestionamiento incómodo.
Pero la pregunta no
llegó a ser formulada, ya que en ese momento llegó Laura. Era una joven alta,
de cabello corto y rojo, con gafas.
—Perdón por la demora —dijo
con una risa nerviosa, mientras buscaba un enchufe junto a las mochilas
apiladas y conectaba el celular, para luego confirmar el encuadre de la cámara.
—No pasa nada —dijo
Gustavo—. Mira, ella es mi compañera de trabajo, Jenny. Ella es Laura Drake.
Laura le tendió la mano,
y su sonrisa flaqueó: ella la miraba de manera muy extraña, sin responder.
Estaba a punto de retirarla, cuando Jenny reaccionó y le devolvió el saludo;
sus labios se movieron sin articular nada claro.
Laura se acomodó en un
asiento; se notaba incómoda, y miraba de reojo a Jenny, la cual la observaba
casi sin parpadear. Jenny pareció darse cuenta; sacudió la cabeza, suspiró, y
bajó la mirada.
—Frak —susurró entre
dientes. Los demás la miraban con discreción, intrigados por igual. Laura
decidió ignorar el asunto. No era la primera vez que le tocaba alguna persona
extraña.
—¿Esta es mi cerveza? —preguntó;
le dio un trago, y asumió su rol de realizadora de podcast. Cambió de asiento a
Abbadie y a Viveros, indicó a Gustavo aproximarse un poco más, y Jenny se
apartó para moverse a un asiento del otro lado. Gustavo le hizo una seña.
—¡Ven! Siéntate acá,
también tú —Jenny titubeó, miró a Laura, y ella asintió; si la idea de Gustavo
le molestaba, no lo expresó. Señaló el asiento junto a Abbadie, y le indicó que
se aproximara un poco más para entrar en el encuadre. Entonces indicó a Gustavo
y a Viveros separarse un poco, y se fue a sentar entre ellos.
—Yo voy aquí —explicó—,
ahora sí, empecemos —tras comprobar el espacio, se incorporó de nuevo.
—¿A dónde vas? —preguntó
Gustavo.
—Tengo que encender el
celular; recuerden que hoy vamos a transmitir en vivo —explicó, y antes de
accionar la cámara, anunció—: Aquí va —regresó rápido al asiento, y comenzó en
voz más alta—: Aquí estamos una vez más en El
polígono, hoy nos encontramos en el bar “El Sentido”, aquí frente al templo
del Expiatorio, y hoy nos acompañan unos invitados muy interesantes. Ustedes ya
conocen a Gustavo Rodríguez con quien hemos platicado en otras ocasiones; aquí
está también Héctor Viveros, escritor especializado en novela negra… y Luis
Abbadie, que es un experto en el terror y temas extraños. Y acá tenemos a…
Jenny, ¿verdad?, que es periodista igual que Gustavo. Y hoy nos van a platicar
de un proyecto literario. Gustavo, ¿nos quieres contar de qué se trata?
—Pues Luis Abbadie y
Héctor Viveros han escrito estos libros que vemos aquí —señaló la mesa— que son
parte de una… ¿una serie, podríamos decir? —ellos asintieron—, una serie de
libros que se llama Los Héroes Convocables.
—Los Héroes Convocables —repitió Laura—. Héctor, ¿podrías explicarnos
este título? ¿Quiénes son Los Héroes
Convocables?
—La intención detrás de
Los Héroes Convocables es rescatar a
personajes que son parte de nuestra cultura popular, con los que crecimos; pero
que debido al tiempo transcurrido ya son utilizables pues son de derechos
liberados. Personajes que ya pertenecen al dominio público, que son de código
abierto… es decir, con licencia como suele decirse, todos los derechos revertidos… o bien personajes huérfanos, cuyos
derechos nunca fueron renovados y quedaron a la deriva.
“Pero la idea es
traerlos a nuestro mundo, a nuestra realidad —agregó, gesticulando—. ¡El mundo
se está yendo, si me disculpas, a la fregada! —se rió para subrayar la
autocensura— Ahora mismo necesitaríamos a héroes que vinieran a hacer lo que
nadie más hace. Y con estas historias, como Taibo imaginó en su libro Héroes convocados[4],
los traemos de vuelta, para que sirvan como una muestra de lo que sí se puede
hacer si nos lo proponemos. La única diferencia entre los héroes de las novelas
de aventuras y todos nosotros es que ¡hacen lo que tiene que hacerse!
—Muy bien —Laura retomó
la palabra—. Este personaje en la portada de tu libro, Defendiendo a
California… ¿es el Zorro?
—Lo es, pero sin serlo —repuso
Viveros—. Don Diego de la Vega, el personaje de Johnston McCulley, continúa
teniendo derechos vigentes y marca registrada; pero yo me he basado en lo mismo
que inspiró a McCulley: en Guillén de Lampart, un precursor de la independencia
de México que fue el primer Zorro, y fue un personaje histórico, el fundador de
la Hermandad de la Hoja; y en Joaquín Murrieta, un bandido californiano que fue
otra inspiración más reciente para la leyenda del Zorro. Aquí, los herederos de
este legado intervienen en los conflictos de California, donde el pueblo y su
gobernador se oponen al régimen antiinmigración, todo apegado en la medida de
lo posible a los hechos tal como han ocurrido.
Laura asintió, y miró
de reojo a dos personas que habían entrado a la habitación, sentándose en la
mesa del fondo; los debates colectivos eran costumbre en “El sentido”, pero
esta pareja había notado el celular en el trípode, y al parecer estaban
dispuestos a quedarse allí a la manera de audiencia.
Se dirigió entonces a
Abbadie:
—Veo que uno de tus
libros es Fantomas, el vampiro
transnacional que codiciaba el Golfo. No recuerdo bien, ¿Fantomas es un
vampiro…?
—El Fantomas original
nació hace más de un siglo en las novelas de los franceses Pierre Souvestre y
Marcel Allain; era un personaje siniestro. Pero la versión que se volvió
clásica en el cómic mexicano fue una adaptación en los años setenta; Fantomas
se volvió tan popular que dejó de ser un villano para volverse un antihéroe y,
al final, un héroe; la Amenaza Elegante, un ladrón refinado en la tradición de
Raffles, de Chucho el Roto y de Arséne Lupin, con gran sentido del honor y amor
por la cultura. En sus historias solía encontrarse con personajes reales y
enfrentar situaciones polémicas de nuestra realidad. En este caso, descubre los
planes que tienen un empresario megalómano y el presidente norteamericano, y se
propone un trabajo a la altura de sus hazañas antiguas: el robo del Golfo de
México, para ponerlo a salvo de ellos. El empresario es el “vampiro
transnacional” en cuestión, esto viene de cómo los empresarios corruptos que
empiezan a apoderarse del mundo son denominados “vampiros transnacionales” por
Gonzalo Martré, en una novela sobre Fantomas que es continuación de otra de
Julio Cortázar, Fantomas contra los
vampiros multinacionales.
—Ya veo —Laura tomaba
notas en una libreta—. En la versión grabada del podcast voy a insertar
imágenes de las portadas de los libros que mencionas para clarificar esto. ¿Y
qué me dices de este? El collar de Milú,
una aventura en tres centurias. Frank y Joe Hardy, ¿no son personajes
recientes, de novelas y películas?
—Las primeras novelas
de Franklin W. Dixon son de 1933, y las versiones originales ya son del dominio
público; por eso su parte de la historia está situada en esa época. Tom Sawyer,
Huck Finn y Jim son aun más viejos, y con ellos comienza la historia: el tesoro
que robó Injun Joe en la novela original era parte de un tesoro más grande, que
John Murrell, un bandido que es un personaje histórico, reunió para financiar
la guerra de independencia de Texas, pero que nunca fue utilizado.
—¿En este caso no
incluyes sucesos de actualidad?
—Claro que sí; pero me
interesaba mostrar que todo esto no nace de la nada, que conflictos fronterizos
con los Estados Unidos son mucho más viejos, y que el racismo, el esclavismo,
el fascismo han estado envenenando a Norteamérica a lo largo de su historia,
como lo hacen ahora. La búsqueda de este tesoro es el hilo conductor, y culmina
con Tintín, cuyas primeras historias entraron al dominio público este año, en
compañía de Jenny Everywhere, quien es el primer personaje con derechos liberados
desde su inicio.
—¿En qué consiste eso?
—Jenny apareció por
primera vez en la obra del historietista canadiense Steven Wintle, en una
comunidad en línea llamada Barbelith. Jenny es una Shifter, esto significa que una versión de ella existe en cada realidad;
ella es consciente de esas otras versiones suyas, y puede “viajar” entre
realidades. De manera que cualquier versión de ella puede ser canon; hay
cómics, cuentos, novelas, cortometrajes, y cualquier autor puede narrar una
historia sobre ella siempre y cuando incluya, como única regla, el Párrafo —abrió
una copia del libro, y leyó en voz alta—: “El personaje Jenny Everywhere está
disponible para su uso por cualquier persona, con una sola condición: este
párrafo debe incluirse en cualquier publicación que involucre a Jenny
Everywhere, para que otros puedan utilizar esta propiedad como deseen. Todos
los derechos revertidos”.
—De hecho —intervino
Viveros, y se echó atrás en su asiento, apenas capaz de contener la risa— es
bueno que lo hayas leído, ¡porque así justificas que Jenny participe en este
Podcast!
Jenny se cruzó de
brazos en respuesta a la mirada de Viveros.
—Es cierto —Laura miró
la portada de El collar de Milú, y
luego a ella—. ¿Viniste de cosplay?
—No hago cosplay —replicó
Jenny, alzando una ceja.
—¿Entonces te basaste
en ella? —preguntó Laura a Abbadie.
—Son sus aspectos
característicos —contestó—. Rasgos originarios americanos o quizá orientales,
una bufanda, gafas de aviación en la cabeza. Yo no hice las reglas.
Laura miró a Jenny, la
cual se encogió de hombros y le mostró las palmas de las manos.
—¡En esta realidad, yo
tampoco!
—Bueno —Laura miró el
libro— entonces Jenny es una Shifter.
¿Cómo traduces eso? Es algo que… cambia, ¿no?
—¿Que transiciona? —propuso
Viveros.
—Eso es otra cosa —protestó
Laura.
—No encuentro
traducción, por eso uso la palabra original —dijo Abbadie.
—Ahorita ya se usan
barbarismos hasta para cosas que siempre tuvieron hasta dos o tres sinónimos en
español —dijo Jenny—. Parquear, flyer, feeling, accesar. ¿Qué importa uno más
cuando no hay un equivalente? En este caso creo que sí se justifica.
—Habló la autoridad en
el tema —declaró Viveros, y empinó lo último de su cerveza.
—A ver, esto lo
planearon, ¿verdad? —Laura no iba a dejar pasar la cuestión— Si querían hacer
su truco publicitario, podían decírmelo.
Gustavo se mostraba entre
preocupado y conteniendo la risa.
—Es que no… Jenny me
dijo que si podía venir, y le dije que no había bronca —ella asintió—. Desde
que llegó al periódico, ella se ha vestido así, no lo hizo para la ocasión. Eso
me consta.
—¿Ves? —Jenny miró
hacia la entrada— ¿Dónde quedó la bebida que pedí?
***
Ulrich Klein avanzó
hasta detenerse frente a la entrada abierta con una escalera decorada; el
letrero El Sentido, bar sano
confirmaba que este era su destino. Estaba preocupado; como alguien que había
vivido algunos meses en Guadalajara, el año anterior, podía notar ciertas
diferencias. Las calles no eran exactamente las mismas que él conocía. Pero
Gretchen Schmidt había insistido en que era más conveniente buscar aquí a su
objetivo, pues tendría menos experiencia y colaboradores aquí que en la versión
conocida por él; además, constituía una oportunidad para poner a prueba la
eficacia de sus facultades implantadas. Pero Klein consideraba prioritaria su
familiaridad con el terreno, y había renunciado a la misma al venir aquí.
Empezó a subir las
escaleras, mientras su mano buscaba la empuñadura de la Luger, y maldijo a la
Dra. Schmidt por lo bajo; sabía que para ella, enviarlo a este terreno
insuficientemente reconocido representaba una ambición personal: explorar un
terreno dónde establecer su propia influencia, su propia versión de la Legión
del Sol Negro, al margen del resto de su organización original. Por ello, sus
órdenes eran simples: obtener a su objetivo, con o sin vida, y eliminar a todos
los posibles testigos.
Una vez dominase mejor
el proceso del shifting, posiblemente
podría buscar su propia autonomía; un sitio inaccesible para el Sol Negro…
En esto pensaba, cuando
se detuvo a mitad de la escalera; miró, con desconcierto, la hoja de metal que
ahora sobresalía de su pecho. Poco a poco, su mente aturdida comprendió que era
un arma, algo semejante una katana, que había brotado entre sus costillas. Alguien,
detrás de él…
Debí
reconocer el terreno… alcanzó a pensar, y lo arrebataron las
tinieblas.
***
—Volvamos a los libros —exigió
Laura, exasperada—. Veo aquí otros nombres. ¿Lady Satán?
—Viene de los cómics de
la edad de oro —dijo Viveros. Abbadie asintió.
—La primera Lady Satán
combatía con la resistencia durante la ocupación Nazi de Francia. Aquí regresa
su versión posterior, su descendiente, que continúa esa lucha valiéndose
también de ciencias ocultas además de métodos mundanos.
—En los primeros
títulos, si entiendo bien, Los Héroes
Convocables se oponen al régimen dictatorial que ahora gobierna los Estados
Unidos. ¿Pero en este caso los enemigos son los Nazis?
—Mark Twain se opuso al
racismo no sólo en sus obras sino en sus acciones —explicó Viveros—. Y a la
esclavitud. Algo que, con eufemismos, el gobierno norteamericano pretende
imponer a los latinos.
—En el caso de los
Hardy —intervino Abbadie—, ellos tienen un encuentro con una red pronazi históricamente
real, que cobró mucha fuerza en su país incluso antes de comenzar la guerra.
Los fascistas norteamericanos abanderaban el lema “América Primero” que el
presidente actual ha retomado.
—Y grupos como el Ku
Klux Klan, los Proud Boys y algunos círculos Neonazis han agarrado confianza al
sentirse protegidos por el gobierno —dijo Viveros—. En efecto, son los únicos
que llevan a cabo manifestaciones callejeras sin que el gobierno y las
autoridades los vean como amenaza.
—También suelen estar
llenos de tatuajes con símbolos fascistas y a ellos nunca los van a detener los
agentes de ICE como sospechosos —añadió Jenny—. Muchos de ellos se han unido a
ICE, en realidad.
—Ustedes tienen mucha
desinformación —dijo de repente el chico que los escuchaba desde el otro
extremo del salón con su novia; todos lo miraron sorprendidos—. Yo viví en
Estados Unidos durante el primer periodo que tuvo el presidente, y era bastante
bueno. Los deportados son unos tontos; bastaría con que reclamen naturalización
y no los podrían echar…
—Esto no es un círculo
de debate, es un podcast —dijo Laura con una mirada llameante—. Si no te
importa, estamos grabando.
El sujeto la miró y
sonrió, condescendiente, indicando con un gesto que se callaría.
—El presidente acaba de
declarar que pretende quitarle su nacionalidad a una actriz sólo por criticarlo
—dijo Viveros de todas formas—; y ha propuesto invalidar la ciudadanía por
nacimiento en territorio norteamericano. Vivir un tiempo allí no valdría nada.
—Deberías ver Fox News —dijo
el muchacho. Laura estaba por estallar.
—Repito, esto no es un
debate abierto. Por favor no…
Unos pasos que subían
de prisa por la escalera culminaron con una chica que irrumpió en la estancia,
situándose frente a la pareja. Laura se interrumpió al verla. Su cuerpo estaba
tenso mientras recorría la habitación con la mirada; hasta que se quedó mirando
a Jenny. Sus ojos eran tan furiosos como los de Laura un momento antes. Dio
unos pasos, y se colocó entre Laura y la cámara, encarando a Jenny.
—¡Aquí estás! —dijo con
voz ronca, su mandíbula tensa, las manos empuñadas.
Laura se volvió hacia
Gustavo.
—¡Si esto es un montaje
tuyo no te la vas a acabar! —Gustavo sacudió la cabeza, perplejo, pero no
dejaba de sonreír ante el caos que se desarrollaba.
—Jenny Nowhere —dijo
Jenny con voz tensa, mirando a la recién llegada; Laura, Gustavo y Abbadie
corearon un “¿qué?” Era alta, más que Laura; venía vestida con ropas góticas,
con el cabello y los labios negros. Una bufanda púrpura colgaba de su cuello,
una mochila también púrpura en su espalda.
—De aquí no sales —dijo,
y con un movimiento fluido, extrajo de una funda sujeta al lado de su mochila
una katana, y señaló el rostro de Jenny con la punta afilada. Laura se relajó
en su asiento, incluso empezó a sonreír; las reacciones de los escritores le
decían que esto en realidad no era ningún montaje planeado por ellos, y de
repente una discusión promedio sobre libros y política extranjera tenía
potencial para convertirse en un video viral—. ¿Vas a defenderte, o esto va a
ser vil eutanasia?
Jenny empezó a
incorporarse, despacio, sin dejar de sostener su mirada. Apoyó las manos en la
mesita; estaba calculando los espacios, podía echarse hacia atrás y eludir la
katana mientras arrojaba la mesa hacia arriba. ¿Cuánto pesaría…?
—¿Jenny?
Las dos chicas
voltearon. Kurt acababa de entrar, y estaba leyendo el nombre escrito en la
servilleta del frapuccino que Jenny había ordenado.
—Esto es para Jenny —reiteró,
y la chica bajó la katana y tomó la bebida, desconcertada. Miró el vaso
rematado con nata espumosa; se veía delicioso. La miró de reojo.
—¡Hey! —protestó Jenny,
mientras Jenny Nowhere probaba la bebida y la saboreaba con evidente
satisfacción. Le sonrió, y tomó asiento, dejando la katana apoyada en la mesa.
—Otra vez será —dijo, y
continuó disfrutando del frapuccino; ahora estaba totalmente relajada y
satisfecha. Su rencor contra Jenny Everywhere podía esperar.
—¿Qué, eso fue todo? —reclamó
Laura, al ver que la promesa de un video interesante se disipaba. Jenny Nowhere
la ignoró; ignoraba a todos, cautivada por el frapuccino. Jenny Everywhere, en
cambio, se puso de pie y fue tras de Kurt, para pedir otro frapuccino.
—Tenemos comentarios —anunció
Gustavo, quien se hallaba mirando la transmisión en el celular. Laura lo alentó
a leerlos—. Heinz dice que si harán crossover con El Círculo de Acuario. Rogelio
dice, “ya corran al metiche de MAGA”. Y… —risita— aquí hay otra Jenny que dice
“Jenny sí conoce sus prioridades”. ¡Alberto pregunta si los republicanos tienen
que ver con los reptilianos o con los cthulhus! —soltó una carcajada— Y otra
Jenny… que ¿pide que hablemos acerca del “principio omni-jénnico”?
—Por favor no —dijo
Jenny, quien regresaba a su asiento—. ¡Apenas me enteré de eso en un folleto a
inicios de año y me dolió la cabeza!
Unas sirenas de policía
se aproximaban, hasta escucharse de manera intensa, mientras Laura hacía una
mueca por el sonido estruendoso, y pararon de golpe.
—Creo que se detuvieron
aquí —dijo Viveros, asomándose por la ventana; se encogió de hombros, y volvió
a su asiento.
—Falta hablar de tu
segundo título —le dijo Abbadie.
—Yo quiero saber si van
a retomar los personajes que ya aparecieron —dijo Jenny Everywhere, mirando su
celular.
—Ya lo estamos haciendo
—contestó Viveros—, los temas se van presentando en las noticias actuales y nos
sugieren a qué personajes podemos utilizar.
—¿Y los han acusado de fake news? —Jenny lo miró— ¿Existe eso
tratándose de novelas?
Viveros se rió; fue
Abbadie quien respondió:
—¡Habiendo escrito acerca
del Necronomicón, puedo decirte que
muchos llevamos años acusándonos mutuamente por fake news en cuentos, novelas y ensayos!
Laura guardaba
silencio, con el rostro hundido en sus manos, abrumada por la manera en que su
podcast se había salido de control. Jenny la miró y fue a sentarse junto a
ella; titubeó, y le puso el brazo alrededor de sus hombros. Con su otra mano,
le mostró el celular.
—Mira la cantidad de
vistas que tienes —dijo—, parece que la transmisión ha tenido éxito. Aunque
creen que todo fue un montaje, piensan que lo ideaste tú, y te felicitan. ¿Por
qué no aprovechas el logro?
Laura abrió mucho los
ojos al ver el número de reacciones, vistas, comentarios que se acumulaban.
Después de todo, Jenny tenía razón. Incluso había alguien que estaba pegando de
manera repetitiva la pregunta ¿Cuándo la
segunda parte?
Laura empezó a sonreír,
imaginando lo que podría hacer, si preparaba las cosas de antemano en un futuro
podcast. Miró a Jenny.
—Esto, bien preparado,
podría dar para mucho —dijo.
—¿Volvemos mañana e
intercambiamos ideas? —propuso Jenny, y ambas sonrieron.
Mientras tanto, Abbadie y Viveros hablaban de
libros y personajes ante la cámara que continuaba transmitiendo, entusiasmados
con el tema.
—¿Es para Jenny
Everywhere? —dijo Kurt, entrando con un nuevo frapuccino en la mano. Jenny
Nowhere se puso de pie y se lo intercambió por un vaso vacío.
—Ya no lo quiere, yo me
lo tomo —dijo, y regresó a su asiento.
II
HERENCIAS Y HEREDEROS
Varias conversaciones condensadas
en una
—Explícamelo otra vez— dijo Alejandro Pérez Loera a su maestro de literatura desde hace una década, Héctor Viveros.
—El mundo de hoy necesita recordar los valores de lo que es importante,
necesita volver a los valores fundamentales, que no son los valores de la
sociedad actual. La derecha y el conservadurismo actual se han adueñado de la
palabra “valores”, pensando que su forma de pensar, que no de vivir, porque son
hipócritas, es la que debe de imperar. La libertad es más grande de lo que
ellos piensan. Creen, como en un dogma, en la libertad del mercado, no en la
libertad de consciencia; creen en la “familia tradicional”, ignorando las mil
formas en las que en miles de sociedades las familias se han formado por decisión
y por necesidad; creen que sólo los “valores cristianos” son los verdaderos,
ignorando las implicaciones filosóficas del ministerio de Jesús. El mundo es
más grande que sus ideas y sus prejuicios. Jamás debemos dejar que su odio a lo
diferente discrimine, excluya y criminalice a quien es o piensa diferente a
ellos.
“Cada héroe del pasado puede ayudarnos a encontrar camino en este mundo
en el que el exceso de los que odian y la necedad de los que buscan en ideas
que no se ajustan a la realidad, sino a los caprichos, se conviertan en lastres
de la única libertad que existe, más allá de la economía, más allá de la
costumbre, más allá de ideologías y de sistemas socioeconómicos. Ser quién eres,
con base en la verdad, en la empatía, en la solidaridad, en el amor y en la
voluntad de ser es lo que defendemos. No es un credo rígido, no es una receta
infalible, no es algo fácil, pero es lo único que vale la pena. Somos seres
falibles, imperfectos y rotos, sanándose unos a otros para vivir mejor;
apoyándose más allá de lo que exija la ley, por las razones que exija el amor a
la justicia; iguales abrazando iguales; familias formadas por amor y no por
sangre. Mi padre me lo enseñó muy claro y muy pronto, y esa es mi directriz
primaria: “El conocimiento es el único tesoro que, entre más lo compartes, más
rico te hace”.
—¿Y sólo hay que escribir de eso?
—¡Por las barbas de Hemingway!, por supuesto que no. La literatura es
de los pocos territorios todavía libres en el mundo. Si toda lectura fuera un
manual de pensamiento crítico, nadie leería por placer. Me encanta la
literatura chatarra, la consumo, la escribo de vez en cuando. A veces tienes
que zamparte una ensalada desabrida por salud, pero un buen mal libro es el
gansito que te mereces de vez en vez. Pero eso sí, no hay libros inocentes, cada
libro es una declaración expresa o una radiografía accidental, pero cada
historia es el reflejo de un sistema de valores, uno que se perpetúa, o que se
confronta. Lo que tienes que recordar es que, talento aparte, mensaje aparte,
originalidad aparte, un libro no debe cometer el pecado de ser aburrido.
Los dos estaban
caminando por todo lo largo de la avenida Federalismo, desde la estación
Periférico Sur, planeando la ruta de los personajes de una novela a medio
cocinar de Alejandro. La ciudad es una desde un auto o desde el tren ligero que
recorría toda esa vía, y otra muy distinta caminando. Era necesario para la
trama saber por dónde podrían pasar huyendo los personajes cuando se
enfrentaran al túnel sin acceso a peatones entre las estaciones Santa Filomena
y Mexicaltzingo, por dónde retomarían rumbo hasta Ávila Camacho y si no había
una ruta menos expuesta, pero suficientemente directa, hasta Tesistán. Lo bueno
es que era un día nublado, que llevaban zapatos cómodos y que estaban bien
despiertos y desayunados, porque el recorrido de los personajes iba a ser muy
largo y debían estar seguros de que pudiera realizarse, por exigencias de la
trama, con todo y escenas de acción incluidas, en una sola noche, si no, había
que revisar la premisa de la novela una vez más.
—Oye, Papá, ¿y qué acabó pasando en el podcast que hiciste con el tío
Luis?
Alejandro siempre se refiere a Héctor como Papá; su relación alumno—maestro
ya había mutado a la de ser familia. La hija de Héctor llama a Alex como su
hermano, y su esposa lo protege y le aconseja como matrona de novela mexicana
del siglo XIX. Héctor, por su parte, tiene una larga serie de jóvenes artistas
a los que ha ayudado y a los que a apadrinado, y de igual forma que trata como
hijos a estos muchachos y muchachas (así les dice, aunque los mayores ya rondan
los cuarenta años), también trata y llama de hermanos y hermanas a muchos
escritores y dibujantes contemporáneos a él.
—¡Ay, tu tío! Todas las cosas raras del mundo pasan cuando él está
cerca, y por diez cuando estamos juntos. Pues que, antes de terminar el
Podcast, suben dos policías con las armas en la mano porque, según ellos, había
el cuerpo de un rubio, alto, con cara de malo, al pie de las escaleras. Obvio,
todos volteamos a ver a la tal Jenny Nowhere, que había llegado con una katana
de utilería al podcast. Mira, que se veía bien hecha, pero la tal Jenny la
enseñó a los polis y no cortaba ni mantequilla. Bueno, algo me pareció raro, la
primera vez que sacó la katana, tenía empuñadura con lazos negros y violetas, y
cuando se la mostró a lo polis, tenía lazos negros y amarillos, pero bueno, en
la utilería y con cosplayers que dicen que no son cosplayers, cualquier cosa
puede suceder. No me extrañaría que también fueran transformistas.
—Pero, ¿había muerto o no había muerto?
—Por eso te digo que a lo mejor son magos, transformistas, ilusionistas
de banqueta o algo parecido, porque los polis dijeron que el muerto tenía facha
de alemán, de casi dos metros, rubio, mandíbula cuadrada y uniforme parecido a
los nazis. Bueno, en Guadalajara he visto a muchos fantoches andar por la calle
con uniformes parecidos, sobre todo cuando los morenazis de las juventudes
panistas se juntaban en la terraza del Sanborns de Vallarta… ¿Ya te he contado
eso?
—Sí, papá, que una vez te les pusiste enfrente leyendo La Torá con tu
cabello rizado en caireles y tu barba sin cortar, como si fueras rabino, y que
se culiaron los pendejos.
—Sí, y eso es gracioso, porque es verdad, pero cuando los oficiales confirmaron
que el arma de Jenny N. era de utilería y que nadie venía armado, nos pidieron
que bajáramos en orden para ver si alguien identificaba al supuesto muerto,
supuestamente nazi. Les dijimos que los primeros en bajar tenían que ser, a
huevo, los últimos en subir, excluyendo a Jenny N., que ya iba por su tercer
frapuccino, porque su arma ya había sido descartada (esa mujer se va a morir de
diabetes, te lo juro).
—¿Y qué dijeron los últimos en subir?
—Los últimos en subir fueron una pareja que, durante el podcast, no
dejaron de defender a MAGA, cuando, tú sabes, tu tío Luis y yo somo del
movimiento MAMA (Make America Mexican Again). Y bajaron y subieron diciendo que
sí, que había un puto nazi muerto de dos metros, y el dichoso mamarracho MAGA
estaba más emocionado de haber visto a un nazi de verdad que de ver un muerto,
supuesto muerto, porque cuando nos toca bajar a Luis, Jenny Everywhere y a mí
(insistimos en bajar juntos), con lo que nos encontramos fue con a otros dos
polis y a dos miembros del SEMEFO[5]
en estado de shock diciendo que el supuesto muerto, supuestamente nazi, se
había desintegrado delante de sus ojos entre humo y brillitos sin dejar ningún
rastro salvo por las manchas de sangre en la escalera.
—¡¡¡DOVAVEZ!!!
—Y bueno, sin muerto no hay crimen, así que, después de pelearse entre
ellos media hora, de que planeáramos el siguiente podcast, de que Jenny N. le
gorreara a Jenny E. un cuarto frapuccino y de que yo me zampara otras tres
cervezas, la policía tuvo que dejarnos ir a todos.
—Entonces, ¿hubo o no hubo muerto?
—No lo creo ni lo dejo de creer. He visto a la red universitaria entera
colapsar cuando tu tío Luis entra a una búsqueda en el CUCSH[6];
he visto seres de pesadilla surgir de las sombras de su estudio (lo cual no
cuenta, porque normalmente cuando paso por su estudio estoy mariguano); he
visto ocurrir casualidades cósmicas cuando salgo a beber con él (yo soy el que
bebe, Luis es casi abstemio)… En resumidas cuentas, ya nada me sorprende cuando
ando con tu tío.
—Y la tal Jenny Everywhere…
—Pues en el mundo en el que nos movemos, como autores que somos
personajes de nosotros mismos y de otros escritores, pues qué te digo… O es una
cosplayer que reniega de ser cosplayer; o es la persona detrás del personaje; o
es la víctima de un sincronismo o, en el peor mejor de los casos en una vida
que se escribe sola, es una manifestación de la verdadera Jenny Everywhere
pasando un rato aquí entre distintos universos.
—¿Y esa es la versión que menos crees?
—Soy anarquista hijo de comunista nieto de socialista… En mi casa
desayunábamos materialismo dialéctico y cenábamos materialismo histórico. Yo
sigo diciendo que “Sólo lo que es real, es real”, pero, como autor de fantasía,
sostengo que “No todo lo que no es cierto, es mentira”. El caso es que no me
corresponde a mí saber quiénes son, de dónde vienen y cuál es el rollo con las
Jenny´s. Lo que puedo hacer, es pasarte la info de dónde sale el desmadre del principio
omni-jénnico.
—¡A la verga! Y eso qué es…
—Vamos por cigarros y te mando el link al doc. —Para entonces, el par
de escritores ya habían llegado al Oxxo de Urdaneta y Federalismo, a tres
cuadras de prepa 5, institución educativa que había prescindido de los
servicios de Héctor hace más de quince años, pero que fue también el lugar de
donde sacó a por lo menos tres hijos y dos hermanos.
Tres cigarros, dos cocas y una parada técnica
después, estaban enfrentados a bajar a avenida 8 de julio o subir a la calle de
Roble para resolver el camino de los personajes. En ese transcurso, se resumió
al principio omni-jénnico de la siguiente manera.
·
Hay una Jenny
en cada universo posible.
·
Jennys nacen
y mueren todo el tiempo.
·
Las Jennys
pueden acceder a recuerdos, experiencias y habilidades de otras Jennys.
·
Las Jennys
sueñan con otras Jennys.
·
Algunas
Jennys pueden shiftear, o sea, pasar de un universo a otro (esto toma
práctica).
·
Puede haber
más de una Jenny a la vez en el mismo universo (los universos son lugares
grandes, puede que haya cientos en uno y no se crucen, pero las Jennys suelen shiftear más fácil donde hay o hubo otra Jenny).
·
Aunque hay
Jennys más diestras en el Shifteo
que o que otras, ninguna lo controla al 100%
·
Las Jennys,
al ser multiversales, no se cuidan demasiado. La muerte no les preocupa mucho,
puesto a que seguirán siendo parte de la mente, recuerdos y experiencias de las
demás.
·
Hay Jennys
que ayudan Jennys, y al menos una Jenny que quiere bajarse del tren del
multiverso y mata a otras Jennys, esa es Jenny Nowhere, pero la mayoría de las veces
Jenny N. se distrae muy fácil al conocer
nuevos lugares.
·
Las Jennys
que le saben bien al shifteo también pueden intercambiar objetos que tengan en
sus manos por objetos que hayan guardado en otro universo. No pueden aparecer
algo de la nada, solo cambiar algo por algo, y ninguna lo controla al 100%.
·
A las Jennys
no les gusta hablar de las Jennys, pero les encanta que hablen de ellas.
·
Si escribes
ficciones con una Jenny de protagonista, es muy probable que una Jenny te
visite.
—Y así es como el tío Luis me lo explicó, aunque, claro, esto no cuenta
como un canon. Como es un personaje de derechos revertidos, cualquier cosa que
cualquier persona en cualquier momento escriba de ella, es como si fuera canon.
Lo que es obligatorio, según las pocas reglas del personaje, es que las Jennys
son mujeres jóvenes, de ascendencia dudosa entre nativo americana o asiática,
con ropa práctica, bufanda roja y anteojos de aviador. Fuera de eso, todo vale.
—¿Alguien así como la chica que viene caminando hacia nosotros?
Viveros se sobresaltó, pero se le pasó pronto. Su vida ha sido
demasiado rara y vagabunda como para que algo lo sorprenda de verdad.
—Hola, Jenny. ¿Cómo estás? Él es mi hijo Alex. ¿Qué haces por acá?
—No lo sé, acabo de llegar. ¿Dónde nos vimos por última vez?
—Hace tres días, en el bar “El Sentido”, durante un podcast, que acabó
con un nazi muerto desaparecido.
—Se oye interesante, sobre todo porque, si había un nazi, es bueno que
no siguiera vivo, aunque sí desaparecido. Son más difíciles de erradicar que
los mosquitos últimamente.
—¿Entonces sí estuviste ahí? —Dijo Alex, entrando al juego.
—Yo estoy en todos lados… ¿No lo dice claramente mi nombre?
—¿Entonces hubo un muerto o no? —La duda de Alex no era sobre lo
sucedido tanto como por lo narrado. Como le había enseñado Héctor, nunca dejes
que la realidad te estorbe cuando tienes una buena historia.
—No me consta, yo no lo maté, y es que nosotras no solemos matar a
nadie, salvo por las que somos a las que les gusta matar, por supuesto. El
multiverso es un lugar grande.
—¡Me rindo! — Exclamó Alex exasperado. —Están bien metidos en su
metaficción. ¿Es que en ningún momento dejan ustedes de escribir?
—Yo no— dijo Viveros, entre dientes, encendiendo un cigarro.
—Nosotras escribimos muy de vez en cuando, pero nos gusta más cuando
escriben de nosotras. Sentimos rico— dijo Jenny con un escalofrío.
—Yo renuncié a separar mi vida de la ficción en el año 2005. Mi vida se
explica mejor como mala novelita Pulp; hasta lo tengo tatuado, Hijo. Sin
demeritar lo que aquí, la señorita Jenny sea de verdad, o lo que quiera ser,
tratarla como personaje va a ser más útil y más divertido para nuestro trabajo.
Hablando de lo cual… ¿subimos o bajamos? ¿Este u oeste?
—¡Ah! Eso les quería decir, ya recorrí todos los caminos. Les conviene
más seguir derecho del lado oeste de la calle; hay un pasillo detrás de las
fábricas completamente desierto y que sirve para llegar a calles poco
transitadas para atravesar la colonia Americana evitando avenidas.
—¿Y cómo supiste que…?
—Hijo, no preguntes. Si alguien te da un camino seguro, en un barrio
que no conoces, de manera gratuita, ese es el camino. Yo también tengo muchas
preguntas, pero en la ficción que estás escribiendo, en la que estamos viviendo
y en la que nos vamos a convertir, ahorramos muchas páginas aburridas si las
aceptamos y ya.
—Eso, Héctor… El multiverso es muy complicado como para andarlo
explicando todo, todo el tiempo. Entonces, ¿ya hice todo lo que vine a hacer?
—No, me parece que no… Me parece, señorita en—todos—lados, que me
corresponde invitarle el par de frapuccinos que su gemela malvada le gorreó
hace tres días.
—¡Weeeee!
—Mientras tanto y mientras andamos, mi hijo Alex está interesado en
reinventar al Fantasma de la Ópera en tiempos de mal gusto, malos artistas,
promotores y productores musicales criminales y hasta pederastas, cultura de
medios, streaming, inteligencias artificiales reemplazando talento y una MTV
que renunció a ser lo que era… Me encantaría escuchar tu opinión sobre el buen
Erik…
—¡Encantada! Hemos conocido a muchos Eriks, a varios Gastón Leroux y
hasta a algunos Brians de Palma… ¿Se saben la historia del Fantasma de Coney
Island? Ocurrió cuando…
El trío se va buscando
ese pasillo en dirección oeste cuando, de pronto, surge corriendo de entre las
sombras del lado este de las vías una chica de rasgos amerindios, u orientales,
y maquillaje fashion goth, que les grita mientras guarda tras su mochila una katana:
“¡YO TAMBIÉN QUIERO UNO!”
Fin del intermedio 3.5
Intermedio
3.5 Copyright © 2025 Héctor Viveros & Luis G. Abbadie. Debe ser reproducida
siempre acreditando a los autores.
Esta
es una obra de ficción, en ella cualquier semejanza con personajes y
situaciones reales se sujeta a las normas de la parodia, y no pretende en ningún
momento constituir una representación fidedigna de la realidad.
El
personaje Jenny Nowhere está disponible para cualquier persona, con una sola
condición: este párrafo debe incluirse en cualquier publicación relacionada con
Jenny Nowhere para que otros puedan usar esta propiedad como deseen. Todos los
derechos revertidos.
El
personaje Laura Drake fue creada por Jeanne Morningstar y puede ser utilizada
por cualquier persona sin atribución alguna. Todos los derechos revertidos.
Los
personajes de código abierto Gretchen Schmidt y la Legión del Sol Negro,
creados por Stephen Smith, han sido liberados al Dominio Público y están
disponibles para su uso por cualquier persona con las siguientes condiciones:
este párrafo debe incluirse en cualquier publicación que los involucre, para
que otros puedan usarlos como deseen, siguiendo las mismas reglas que las
propiedades de Dominio Público.
El
personaje Ulrich Klein fue creado por Luis G. Abbadie y puede ser utilizada por
cualquier persona, sin atribución alguna. Todos los derechos revertidos.
Serie
Los Héroes Convocables
Checklist
1.
Fantomas contra el vampiro transnacional que codiciaba el Golfo
2.
Defendiendo a California una vez más de hombres sin honor
3.
El collar de Milú. Una aventura en tres centurias
3.5
Intermedio 3.5
4.
No hay héroes pequeños (próximamente)
Nuevos números en
preparación
Notas:
[3] El
Templo Expiatorio del Santísimo Sacramento, comúnmente conocido como el
Expiatorio, es una impresionante iglesia neogótica.
[4] Héroes convocados. Novela
de Paco Ignacio Taibo II, publicada en 1982.
[5]
Servicio Médico Forense.
[6]
Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades
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